LA FELICIDAD Y NUESTRAS
FORTALEZAS.
“El secreto de la
felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se
hace”.
Leon Tolstoi
Quizás te hayas dicho en reiteradas ocasiones que estás
viviendo un momento feliz en tu vida. No sabes a ciencia cierta el evento
específico que lo está generando, pero tus sensaciones corporales lo indican:
estás feliz.
Hoy sabemos que existen momentos placenteros que son
instantes que nos llenan de gozo extremo y que se manifiestan más bien en
nuestras sensaciones. Escuchar una canción, saborear un helado, comprar un par
de zapatos nuevos, tomar una taza de café, recibir un masaje en la espalda, y
cada quien le sumará, son algunos ejemplos de ello. Son instantes que suelen darle un color y sabor muy grato a
nuestros momentos del día, son instantes, son efímeros.
La felicidad permanente es vivir una vida con más emociones
positivas que negativas, aunque eso no nos exime de vivir episodios dolorosos.
Para encontrar en nuestra vida más emociones positivas, hay que poner en
práctica diariamente situaciones en las que sí gocemos y sintamos placer, pero
también que aprendamos a vivir gratificaciones que tiene que ver más con
actividades en las que pongamos en práctica nuestras fortalezas.
Muchas disciplinas se han encargado de darle una explicación
a la felicidad y cada una desde su postura espiritual, científica o moral, ha
insistido en su entendimiento para una permanencia de vida. Algunas posturas
científicas hablan de la felicidad de manera equiparable a aquellos momentos en
los que existe un ensimismamiento total, una suspensión de la conciencia y una
ausencia del placer, es decir, hablan de gratificaciones que distan mucho de
ser placenteras. La felicidad está en contacto directo con poner en práctica
nuestras fortalezas y nuestras virtudes y no precisamente en actividades que
resulten de placer extremo.
En mi práctica joven de corredora es para mí una gratificación
plena trotar 60 minutos. Pasa el tiempo y no lo siento, es una actividad en la
que pongo en práctica mi fortaleza de perseverancia, de apreciación por la
belleza (la naturaleza), de autocontrol, de valor y me permite hacer una
revisión de mis emociones y pensamientos. Es un momento en el que literalmente fluyo.
La diferencia radical entre el placer y la felicidad
permanente implica, además de la permanencia, un consumo de estímulos en el
caso del placer y una inversión de esfuerzos en el caso de la felicidad permanente.
Por ello en el ejemplo anterior hay una fluidez en la actividad porque hay una
inversión de fortalezas. Muy al caso viene la frase tan trillada de “la
felicidad cuesta”, pues sí, hay que invertirle
un autoconocimiento y poner en práctica las fortalezas de las que estamos
virtuosamente dotados.
No todas las actividades que realizamos día con día pueden
ser gratificantes y llevarnos a la felicidad, pero está en nuestras manos, como
un reto permanente, hacer de esas actividades momentos felices que nos lleven a
una vida plena.
La vida es breve y tenemos en nuestras manos construir una
vida feliz, donde día a día construyamos peldaños de acciones gratificantes que
nos permitan fluir en la vida y poner en práctica lo mejor que cada uno de nosotros
tenemos: nuestras fortalezas.
BIBLIOGRAFÍA:
Martin E.P. Seligman. La auténtica felicidad.
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